En 1963, el intelectual y crítico de arte brasileño Mário Pedrosa (1900-1981) utilizaba el título Significación de Lygia Clark[1] para referirse a la obra de la artista brasileña (Belo Horizonte, Brasil, 1920 – Río de Janeiro, Brasil, 1988) a propósito de la relevancia que su trabajo adquiría en un contexto que él consideraba de creciente agotamiento de la escultura en el escenario internacional.
Pedrosa sostenía que el Constructivismo había actuado como señalizador de un camino para la escultura, desplazándola de “esa búsqueda ansiosa de la materia y de la subjetividad expresiva” que intentaba imitar el gesto de la pintura. En este sentido, para Pedrosa la obra de Clark, inicialmente influenciada por el retorno al ideario constructivo, reestructuraba el lenguaje de la escultura a partir de una sistemática investigación en torno al espacio.
En su texto, el crítico señalaba sobre lo que ya en 1957, en sus cuadernos de notas y pensamientos, Lygia Clark reflexionaba:
“Refutando una visión puramente óptica, ella aspiraba a que el espectador fuese ‘arrojado dentro de la obra’ para sentir, actuando sobre él, todas las posibilidades espaciales sugeridas por la obra. Lo que busco, decía ella, en una profunda intuición de la realización futura, es componer un espacio.
Ella planteaba, ya entonces, un problema de escultor. El concepto de espacio, como el de realidad, sufrió en nuestra época una profunda alteración. Ya no son conceptos estáticos o pasivos, ni en el sentido literal o incluso cinético, ni en el sentido subjetivo. No se trata más de un espacio contemplativo, sino de un espacio circundante”.